Eran las 5 de la tarde, hacia frio y todo había quedado en silencio, la última caricia de tus manos yacía aun en mi rostro solo que esta vez no se sentía igual, más bien yo no me sentía igual, era como amarte sin amarte pero queriendo seguirte amando, tus palabras habían cambiado por gritos y tus abrazos por golpes que en un principio creí que me merecía, todo era igual y distinto, seguíamos viviendo en la misma casa, durmiendo en la misma cama y comiendo en la misma mesa pero era estar sin estar. Por más que intentaba hacer las cosas bien siempre había algo que no concordaba y todo lo bueno y
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